Cuando somos niños, nadie nos dice que hagamos tal o cual
ejercicio o que necesitamos tantas cargas, volúmenes, repeticiones. Nos movemos
de forma natural, paramos cuando necesitamos descanso o nos movemos hasta estar
exhaustos. Se puede decir que estamos muy conectados con nosotros mismos, con
lo que el cuerpo nos pide en cada momento y eso se percibe en la ausencia de
sufrimiento a la hora de jugar (hacer actividad físico deportiva).
A medida que crecemos y
debido a numerosas causas (entorno, estrés, acontecimientos..), la mayoría
perdemos la facultad de escuchar nuestro cuerpo, de conectar con lo que
necesita. Buscamos métodos, entrenadores, “salvadores” o modas que nos marquen
lo que tenemos que hacer o cuanto tenemos que hacer. Quizá solamente recomendaría
a aquel que nos ayude a que aprendamos a escucharnos. Lo siento, nadie que esté
fuera de ti tiene una receta, o las “tablas de moisés” donde esta lo correcto o
incorrecto. Lo que ocurre es que es más fácil no asumir que somos responsables
de nuestra salud y de lo que a nuestro cuerpo le ocurre, buscando a otros para
que nos digan lo que tenemos que hacer, y así, echarles la culpa si algo no
sale bien.
Por lo tanto, tenemos que prestar
atención al diario de entrenamiento y observarnos en el mismo para
reconocer que es lo que nos sienta y no nos sienta bien. Se trata de un proceso
en el que hay que tener en cuenta a la persona de forma global (y nadie mejor
que uno mismo para saber eso),
Cada persona es única y
responde a unos determinados estímulos de entrenamiento, incluso para dos
personas que hagan la misma actividad, no sucede lo mismo por que interiormente
cada uno lo percibe desde su experiencia y actitud. Así pues cada uno tendrá
que ir seleccionando la actividad, los estímulos y las cargas que le
proporcionan una satisfacción en un mayor número de niveles (no sólo a nivel de
salud, sino también social, laboral…)
Bajo mi
punto de vista existen algunos criterios para elegir una determinada actividad
física antes que otra si buscamos objetivos relacionados con el bienestar y la
felicidad:
La energía: aquellas actividades que elevan tu energía. Cuando
estás alegre, atento, concentrado, positivo, te encuentras en un nivel alto de
energía, independientemente de que tu cuerpo pueda estar cansado de forma
puntual.
Aprendizaje: Eres capaz de aprender con regularidad habilidades
nuevas y de incorporarlas a tu bagaje motriz. Este aprendizaje se extiende
también a otras áreas de tu vida.
Concentración: te es fácil concentrarte y encuentras pocos
elementos que te distraigan mientras estás haciendo la práctica.
Motivación: Se encuentra muy conectada contigo a nivel emocional,
y sientes ganas de hacerla. Te resulta relativamente fácil cerrar los ojos e
imaginarte haciendo esa actividad.
Recuperación: no necesitas excesivo tiempo para recuperarte físicamente
del esfuerzo que has hecho.
Fluidez: Se suele ir pasando etapas de aprendizaje con relativa
facilidad, percibiendo un esfuerzo que no supone un gran sacrificio.
Fin en si mismo: Realizas la actividad no por un fin estético, de
salud u otro, si no como un fin en si misma, por que disfrutas haciéndola, te
hace ser tu mismo. Cuando realizas esa actividad te sientes bien, libre de
miedos, preocupaciones, etc. Normalmente cuando acabas esa actividad también sueles
encontrarte bien, debido a que el entrenamiento ha producido un estímulo
adecuado para que se produzcan diversas reacciones en el organismo.
Necesitamos
el movimiento, por que de hecho, somos movimiento. Los requerimiento de la vida
actual, con el sedentarismo, comidas basura, estrés… hacen del ejercicio una
actividad fundamental. Elige el tuyo, y elígelo bien. Aquí tienes algunas
señales, pero al final eres tu quien gracias a tus sensaciones, a estar
conectado con tu cuerpo, con tu esencia, el que debe elegir, por que sólo tu
tienes las respuesta.
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